Textos folclóricos


El origen del cuento se remonta a tiempos remotos, transmitiéndose inicialmente de forma oral. El hecho de contar y escuchar historias es una necesidad inherente al ser humano, que desea tanto entretenerse a uno mismo como amenizar a los demás. La transmisión de cuentos folclóricos adquiere importancia no solo en el aula, sino también en la familia. Como antiguamente, la tradición oral se transmite de unos a otros, y es característico que los padres y/o abuelos les cuenten esas historias a los niños, que a su vez se los cuentan con cariño a sus futuros hijos, pasando así de generación en generación.


La importancia de utilizar el cuento folclórico en el aula radica en varios aspectos. Puede ser utilizado como una fuente de placer y enriquecimiento personal,  fomentando el gusto por la lectura. Permite a los alumnos reflexionar, disfrutar e imaginar. No solo debe ser un recurso en Educación Infantil, pues parece que los niños una vez han aprendido a leer ya no pueden disfrutar de la lectura y/o de la transmisión oral sino le aportan conocimientos. El cuento folclórico en muchas ocasiones mezcla lo real con lo maravilloso. Sus características, como se describen en la teoría de la asignatura, incluyen el hecho de ser populares (sin un autor único) y tener múltiples variantes que se han ido creando al ir contando la historia. Aunque no son cuentos propiamente destinados a los niños, se pueden adaptar para poder trabajarlos en el aula. A diferencia de las fábulas no suelen tener moraleja, aunque en muchas ocasiones se puede ver una enseñanza moral implícita en la historia, que cada uno aplica a su realidad.  

Selección y análisis de cuentos folclóricos

1) La batalla del grillo y el oso

Un día, estaba el grillo tomando el sol en medio del camino cuando el oso le dio un terrible golpe con una de sus patas, que estuvo a punto de dañarle una de sus verdes alas.
—Oye, oso —protestó el grillo—, ¿acaso no tienes ojos para verme? ¿Así de insignificante te parezco?
El oso, hablando al aire, respondió:
—¿Quién me habla? ¿Quién se atreve a regañarme con esa vocecita?
—Pues soy yo el que hablo —contestó furioso el grillo después de haber saltado a una de las ramas de un árbol para que su rival lo pudiera ver—. Yo, que puedo ser tan temible como el más grande de los animales de la selva.
Al oír esto, el oso soltó una carcajada y le dijo con tono de desprecio:
—¿Temible? ¿Un grillito como tú? ¿Dices que valiente? Eso lo quisiera ver. Además —dijo después de advertir la seriedad con que lo miraba— ¿Cómo te atreves a desafiarme a mí cuando eres mil veces más pequeño que yo?
—Pues sí —le dijo el grillo— Tú crees que produces miedo por tu gran tamaño, pero estoy seguro de que mis hermanos, los insectos y yo, podríamos derrotarte a ti y a todos tus hermanos.
—Eso habría que verlo —le respondió el oso, cansado de la discusión, y retomó el camino y se marchó.
Pero el grillo, que era tan orgulloso, saltó hasta su nariz para insistirle:
—Yo te reto, amigo oso, para que veamos quién puede ser más temible, si tú o yo.
—Está bien —le dijo el oso, muy convencido de su poder. —Si eso quieres saber, aquí te espero el martes antes de que el sol se oculte.
—Perfecto —dijo el grillo.
Así fue como a la semana siguiente los dos bandos se encontraron. A este lado, el oso con su gran ejército de animales grandes que rugían para parecer más temibles. A este otro, el grillo que se veía pequeño y solitario encaramado en una rama.
La batalla, para el público que la miraba, estaba perdida. ¿Cómo iba a vencer el grillo a semejantes animales?
Pero el grillo no estaba solo. Lo acompañaban tres cajitas que fue destapando en orden. De la primera salieron un montón de abejas que volaron directo a picar los ojos de los animales grandes para que estos no pudieran ver; de la segunda, salieron al trote cientos de hormigas majiñas rumbo a los brazos de sus rivales para que no los pudieran usar; y de la tercera, surgieron un millar de zancudos que sobrevolaron las orejas grandes de las temibles fieras para que no pudieran oír.
Rápidamente los grandes animales quedaron aniquilados. Cuando trataban de avanzar, no podían hacerlo por sus ojos hinchados. Cuando trataban de atacar, se lo impedían sus brazos irritados. Y ni siquiera podían oír por la nube de insectos que merodeaban sus grandes orejas.
Las temidas fieras huyeron en retirada y el oso tuvo que declarar, con el rabo entre las patas, que el grillo era el ganador. Por eso, mientras los hermanos del grillo disfrutaban su victoria, los osos, los leones, los tigres, las zorras, los lobos y los tigrillos huyeron por entre las ramas de la selva, rugiendo y gritando, después de haber sido heridos su orgullo y su corazón.
Desde entonces, por todos es sabido que los grandes animales le tienen un gran temor y respeto a los pequeños insectos zumbadores.

Cuento de la tradición oral colombiana

·         Elección del cuento y curso al que va dirigido:
Buscando cuentos folclóricos en internet, he encontrado este de la tradición oral colombiana que me ha parecido sencillo, curioso y con gracia. Propongo este cuento para contarlo en 1º o 2º de primaria. Es un cuento de animales, sin una moraleja explícita (no es una fábula) pero que considero que es fácil de entender y seguir por los alumnos de 6-7 años.  No creo que sea necesario realizar ninguna modificación en el cuento, salvo quizás aclarar el tipo de hormigas que son las majiñas (hormigas de pequeño tamaño, rojas, que producen quemazón y escozor en contacto con la piel), y podría ser contado en cualquier momento. Quizás sería un buen momento un día que los alumnos estén cansados, en el que podamos crear un semicírculo sentados en el suelo y podamos captar su atención a la hora de narrar, jugando con la entonación,  la expresividad, las voces.

·         Características del cuento, personajes y simbolismo: el cuento presenta un orden cronológico y una estructura lineal, en la que se diferencia un planteamiento (la discusión inicial entre el oso y el grillo), un nudo (la descripción de los animales que participan en la batalla y su desarrollo) y un desenlace (el triunfo de los “zumbadores”).  Los personajes principales son animales personificados que hablan, discuten, organizan una batalla, etc.

·         Cuestiones planteadas:

Antes de contar el cuento:
- ¿Podéis describir cómo es un oso? ¿y un grillo? Podríamos enseñarles una fotografía de cada uno de los animales.
- Si os dijera que en este cuento va a haber una batalla, ¿Quién creéis que la ganaría? ¿Por qué?

Después de la narración:
-¿Qué usó cada animal para la batalla?
-¿Quién piensas que fue más inteligente?
 -¿Qué preferirías ser, fuerte o inteligente? ¿Por qué razón?
-Aunque el grillo y los demás insectos no son grandes ni fuertes, utilizaron sus habilidades para ganar la batalla ¿se te ocurre algo que se te de bien o que te haga especial? Pueden escribir o dibujar todo aquello que se les ocurra, y posteriormente compartirlo con sus compañeros, o se podría hacer un ejercicio en que cada compañero dijese algo bueno de otro alumno.

2)  El segundo cuento elegido es “El traje nuevo del emperador”, de Hans Christian Andersen.

Hace muchos años había un emperador tan aficionado a los trajes nuevos, que gastaba todas sus rentas en vestir con la máxima elegancia.
No se interesaba por sus soldados ni por el teatro, ni le gustaba salir de paseo por el campo, a menos que fuera para lucir sus trajes nuevos. Tenía un vestido distinto para cada hora del día, y de la misma manera que se dice de un rey: “Está en el consejo”, de nuestro hombre se decía: “El emperador está en el vestuario”.
La ciudad en que vivía el emperador era muy alegre y bulliciosa. Todos los días llegaban a ella muchísimos extranjeros, y una vez se presentaron dos truhanes que se hacían pasar por tejedores, asegurando que sabían tejer las más maravillosas telas. No solamente los colores y los dibujos eran hermosísimos, sino que las prendas con ellas confeccionadas poseían la milagrosa virtud de ser invisibles a toda persona que no fuera apta para su cargo o que fuera irremediablemente estúpida.
—¡Deben ser vestidos magníficos! —pensó el emperador—. Si los tuviese, podría averiguar qué funcionarios del reino son ineptos para el cargo que ocupan. Podría distinguir entre los inteligentes y los tontos. Nada, que se pongan enseguida a tejer la tela—. Y mandó abonar a los dos pícaros un buen adelanto en metálico, para que pusieran manos a la obra cuanto antes.
Ellos montaron un telar y simularon que trabajaban; pero no tenían nada en la máquina. A pesar de ello, se hicieron suministrar las sedas más finas y el oro de mejor calidad, que se embolsaron bonitamente, mientras seguían haciendo como que trabajaban en los telares vacíos hasta muy entrada la noche.
«Me gustaría saber si avanzan con la tela», pensó el emperador. Pero había una cuestión que lo tenía un tanto cohibido, a saber, que un hombre que fuera estúpido o inepto para su cargo no podría ver lo que estaban tejiendo. No es que temiera por sí mismo; sobre este punto estaba tranquilo; pero, por si acaso, prefería enviar primero a otro, para cerciorarse de cómo andaban las cosas. Todos los habitantes de la ciudad estaban informados de la particular virtud de aquella tela, y todos estaban impacientes por ver hasta qué punto su vecino era estúpido o incapaz.
«Enviaré a mi viejo ministro a que visite a los tejedores —pensó el emperador—. Es un hombre honrado y el más indicado para juzgar de las cualidades de la tela, pues tiene talento, y no hay quien desempeñe el cargo como él».
El viejo y digno ministro se presentó, pues, en la sala ocupada por los dos embaucadores, los cuales seguían trabajando en los telares vacíos.
«¡Dios nos ampare! —pensó el ministro para sus adentros, abriendo unos ojos como naranjas—. ¡Pero si no veo nada!». Sin embargo, no soltó palabra.
Los dos fulleros le rogaron que se acercase y le preguntaron si no encontraba magníficos el color y el dibujo. Le señalaban el telar vacío, y el pobre hombre seguía con los ojos desencajados, pero sin ver nada, puesto que nada había.
«¡Dios santo! —pensó—. ¿Seré tonto acaso? Jamás lo hubiera creído, y nadie tiene que saberlo. ¿Es posible que sea inútil para el cargo? No, desde luego no puedo decir que no he visto la tela».
—¿Qué? ¿No dice su excelencia nada del tejido?—preguntó uno de los tejedores.
—¡Oh, precioso, maravilloso! —respondió el viejo ministro mirando a través de los lentes—. ¡Qué dibujo y qué colores! Desde luego, diré al emperador que me ha gustado extraordinariamente.
—Nos da una buena alegría —respondieron los dos tejedores, dándole los nombres de los colores y describiéndole el raro dibujo.
El viejo tuvo buen cuidado de quedarse las explicaciones en la memoria para poder repetirlas al emperador; y así lo hizo.
Los estafadores pidieron entonces más dinero, seda y oro, ya que lo necesitaban para seguir tejiendo. Todo fue a parar a sus bolsillos, pues ni una hebra se empleó en el telar, y ellos continuaron, como antes, trabajando en las máquinas vacías.
Poco después el emperador envió a otro funcionario de su confianza a inspeccionar el estado de la tela e informarse de si quedaría pronto lista. Al segundo le ocurrió lo que al primero; miró y miró, pero como en el telar no había nada, nada pudo ver.
—¿Verdad que es una tela bonita? —preguntaron los dos tramposos, señalando y explicando el precioso dibujo que no existía.
«Yo no soy tonto —pensó el hombre—, y el empleo que tengo no lo suelto. Sería muy fastidioso. Es preciso que nadie se dé cuenta». Y se deshizo en alabanzas de la tela que no veía, y ponderó su entusiasmo por aquellos hermosos colores y aquel soberbio dibujo.
—¡Es digno de admiración! —dijo al emperador.
Todos los moradores de la capital hablaban de la magnífica tela, tanto, que el emperador quiso verla con sus propios ojos antes de que la sacasen del telar. Seguido de una multitud de personajes escogidos, entre los cuales figuraban los dos probos funcionarios de marras, se encaminó a la casa donde paraban los pícaros, los cuales continuaban tejiendo con todas sus fuerzas, aunque sin hebras ni hilados.
—¿Verdad que es admirable? —preguntaron los dos honrados dignatarios—. Fíjese Vuestra
Majestad en estos colores y estos dibujos —y señalaban el telar vacío, creyendo que los demás veían la tela.
«¡Cómo! —pensó el Emperador—. ¡Yo no veo nada! ¡Esto es terrible! ¿Seré tan tonto? ¿Acaso no sirvo para emperador? Sería espantoso».
—¡Oh, sí, es muy bonita! —dijo—. Me gusta, la apruebo—. Y con un gesto de agrado miraba el telar vacío; no quería confesar que no veía nada.
Todos los componentes de su séquito miraban y remiraban, pero ninguno sacaba nada en limpio; no obstante, todo era exclamar, como el emperador: —¡oh, qué bonito!—, y le aconsejaron que estrenase los vestidos confeccionados con aquella tela en la procesión que debía celebrarse próximamente.
—¡Es preciosa, elegantísima, estupenda!— corría de boca en boca, y todo el mundo parecía extasiado con ella.
El Emperador concedió una condecoración a cada uno de los dos bribones para que se las prendieran en el ojal, y los nombró tejedores imperiales.
Durante toda la noche que precedió al día de la fiesta, los dos embaucadores estuvieron levantados, con dieciséis lámparas encendidas, para que la gente viese que trabajaban activamente en la confección de los nuevos vestidos del Soberano. Simularon quitar la tela del telar, cortarla con grandes tijeras y coserla con agujas sin hebra; finalmente, dijeron:
 —¡Por fin, el vestido está listo!
Llegó el Emperador en compañía de sus caballeros principales, y los dos truhanes, levantando los brazos como si sostuviesen algo, dijeron:
—Esto son los pantalones. Ahí está la casaca. — Aquí tienen el manto... Las prendas son ligeras  como si fuesen de telaraña; uno creería no llevar nada sobre el cuerpo, más precisamente esto es lo bueno de la tela.
—¡Sí! —asintieron todos los cortesanos, a pesar de que no veían nada, pues nada había.
—¿Quiere dignarse Vuestra Majestad quitarse el traje que lleva —dijeron los dos bribones— para que podamos vestirle el nuevo delante del espejo?
El emperador se quitó sus prendas, y los dos simularon ponerle las diversas piezas del vestido nuevo, que pretendían haber terminado poco antes. Y cogiendo al Emperador por la cintura, hicieron como si le atasen algo, la cola seguramente; y el Monarca todo era dar vueltas ante el espejo.
—¡Dios, y qué bien le sienta, le va estupendamente! —exclamaban todos—. ¡Vaya dibujo y vaya colores! ¡Es un traje precioso!
—El palio bajo el cual irá Vuestra Majestad durante la procesión, aguarda ya en la calle— anunció el maestro de Ceremonias.
—Muy bien, estoy a punto —dijo el Emperador—.¿Verdad que me sienta bien? — y se volvióse una  vez más de cara al espejo, para que todos creyeran que veía el vestido.
Los ayudas de cámara encargados de sostener la cola bajaron las manos al suelo como para levantarla, y avanzaron con ademán de sostener algo en el aire; por nada del mundo hubieran confesado que no veían nada. Y de este modo echó a andar el Emperador bajo el magnífico palio, mientras el gentío, desde la calle y las ventanas, decía:
—¡Qué preciosos son los vestidos nuevos del Emperador! ¡Qué magnífica cola! ¡Qué hermoso es todo!
Nadie permitía que los demás se diesen cuenta de que nada veía, para no ser tenido por incapaz en su cargo o por estúpido. Ningún traje del Monarca había tenido tanto éxito como aquél.
—¡Pero si no lleva nada! —exclamó de pronto un niño.
—¡Dios bendito, escuchen la voz de la inocencia!—dijo su padre; y todo el mundo se fue repitiendo al oído lo que acababa de decir el pequeño.
—¡No lleva nada; es un chiquillo el que dice que no lleva nada!
—¡Pero si no lleva nada! —gritó, al fin, el pueblo entero.
Aquello inquietó al emperador, pues barruntaba que el pueblo tenía razón; mas pensó: «Hay que aguantar hasta el fin». Y siguió más altivo que antes; y las ayudas de cámara continuaron sosteniendo la inexistente cola.



·         Elección del cuento y curso al que va dirigido:
Este cuento lo he elegido porque al encontrarlo me ha traído muy buenos recuerdos, ya que era un cuento que nos contaban en el recreo del colegio cuando llovía y no podíamos salir al patio.  Creo que es un cuento que podría trabajarse con alumnos de 5º-6º de primaria, pues ya supone un ejercicio de reflexión y no creo que los más pequeños pudiesen comprenderlo bien. Podemos contarlo para que los alumnos reflexionen sobre ser valiente y decir lo que uno piensa, siempre con educación, y no siempre creer o decir lo que los demás esperan que pensemos.

·         Características del cuento, personajes y simbolismo:  
Existen numerosas versiones de este cuento además de la de Andersen, incluyendo versiones de Sri Lanka, Turquía e India. En Sri Lanka, por ejemplo, son siete los estafadores del emperador. Andersen se basó en El Conde Lucanor para escribir este relato.
Presenta nuevamente un estructura compuesta por planteamiento (los truhanes se presentan y elaboran el traje), nudo (los consejeros no ven el traje) y desenlace (el niño dice que el emperador no lleva nada, el pueblo se percata de la realidad). Los personajes principales son el emperador y los dos truhanes, mientras que los secundarios son los consejeros, el pueblo y el niño.
En esta historia no podemos identificar al emperador como el clásico príncipe valiente y fuerte.  Sí que podemos definir a los truhanes como los antagonistas, que pretenden engañar al emperador. Quizás lo más parecido al héroe puede ser el niño que se atreve a decir lo que nadie quiere señalar. Las funciones de Propp que se distinguen en el texto serían el engaño y la fechoría (por parte de los truhanes, la reacción del héroe y la tarea difícil, que en este caso es hacer ver la realidad. 
El traje transparente refleja la vanidad del emperador, y el comentario del niño la valentía para decir lo que piensa, pero a la vez la inocencia del niño que no piensa en las consecuencias de decir lo que considera. Esto es muy interesante para que los alumnos reflexionen al escuchar esta historia.  

·         Cuestiones planteadas:

Antes de la narración:
-¿Qué es un emperador? ¿Continua existiendo esa figura hoy en día? ¿Qué funciones tiene?
-¿Cómo creéis que será el traje del emperador?
-¿Qué características creéis que son importantes en un emperador? ¿Y en sus ropas?

Después de la narración:
-¿Con qué adjetivo describirías a cada personaje? (los sastres, el emperador, los consejeros, el niño)
-¿Qué habrías hecho tú si el emperador te hubiese enviado a mirar la tela? ¿Por qué?
-¿Cómo debe ser un buen consejero del emperador?
¿Por qué el niño es el único que se atreve a decirle al emperador que va desnudo?
-¿Qué creéis que sintió el emperador cuando el niño habló en alto?
- El emperador piensa…”pase lo que pase, ¡debo permanecer así hasta el final! “ ¿Por qué piensa eso?
-¿Cuál debería ser la reflexión del emperador al llegar a su palacio?
-Podemos imaginar distintos finales para este cuento. ¿Qué creéis que habría pasado si el emperador hubiese descubierto antes el engaño? ¿o si se lo hubiese contado el consejero?

3) La tercera historia que he seleccionado es “El espejo de Matsuyama”, un cuento de tradición oral de origen japonés.



En Matsuyama, lugar remoto de la provincia japonesa de Echigo, vivía un matrimonio de jóvenes campesinos que tenían a su pequeña hija como centro y alegría de sus vidas. Un día, el marido tuvo que viajar a la capital para resolver unos asuntos y, ante el temor de la mujer por un viaje tan largo y a un mundo tan desconocido, la consoló con la promesa de regresar lo antes posible y de traerle, a ella y a su hijita, hermosos regalos.
Después de una larga temporada, que a ella se le hizo eterna, vio por fin a su esposo de vuelta a casa y pudo oír de sus labios lo que le había sucedido y las cosas extraordinarias que había visto, mientras que la niña jugaba feliz con los juguetes que su padre le había comprado.
-Para ti -le dijo el marido a su mujer- te he traído un regalo muy extraño que sé que te va a sorprender. Míralo y dime qué ves dentro.
Era un objeto redondo, blanco por un lado, con adornos de pájaros y flores, y, por el otro, muy brillante y terso. Al mirarlo, la mujer, que nunca había visto un espejo, quedó fascinada y sorprendida al contemplar a una joven y alegre muchacha a la que no conocía. El marido se echó a reír al ver la cara de sorpresa de su esposa.
-¿Qué ves? -le preguntó con guasa.
-Veo a una hermosa joven que me mira y mueve los labios como si quisiera hablarme.
-Querida -le dijo el marido-, lo que ves es tu propia cara reflejada en ese lámina de cristal. Se llama espejo y en la ciudad es un objeto muy corriente.
La mujer quedó encantada con aquel maravilloso regalo; lo guardó con sumo cuidado en una cajita y sólo, de vez en cuando, lo sacaba para contemplarse.
Pasó el tiempo y la niña se había convertido en una linda muchacha, buena y cariñosa, que cada vez se parecía más a su madre; pero ella nunca le enseñó ni le habló del espejo para que no se vanagloriase de su propia hermosura. De esta manera, hasta el padre se olvidó de aquel espejo tan bien guardado y escondido.
Un día, la madre enfermó y, a pesar de los cuidados de padre e hija, fue empeorando de tal manera que ella misma comprendió que la muerte se le acercaba. Entonces, llamó a su hija, le pidió que le trajera la caja en donde guardaba el espejo, y le dijo:
-Hija mía, sé que pronto voy a morir, pero no te entristezcas. Cuando ya no esté con vosotros, prométeme que mirarás en este espejo todos los días. Me verás en él y te darás cuenta de que, aunque desde muy lejos, siempre estaré velando por ti.
Al morir la madre, la muchacha abrió la caja del espejo y cada día, como se lo había prometido, lo miraba y en él veía la cara de su madre, tan hermosa y sonriente como antes de la enfermedad. Con ella hablaba y a ella le confiaba sus penas y sus alegrías; y, aunque su madre no le decía ni una palabra, siempre le parecía que estaba cercana, atenta y comprensiva.
Un día el padre la vio delante del espejo, como si conversara con él. Y, ante su sorpresa, la muchacha contestó:
-Padre, todos los días miro en este espejo y veo a mi querida madre y hablo con ella.
Y le contó el regalo y el ruego que su madre le había hecho antes de morir, lo que ella no había dejado de cumplir ni un solo día.
El padre quedó tan impresionado y emocionado que nunca se atrevió a decirle que lo que contemplaba todos los días en el espejo era ella misma y que, tal vez por la fuerza del amor, se había convertido en la fiel imagen del hermoso rostro de su madre.



·         Elección del cuento y curso al que va dirigido:
He elegido este cuento porque me ha parecido un cuento muy entrañable, y que además no tiene una moraleja ni un mensaje claro, pero que hace disfrutar de él cuando lo lees. Al igual que el anterior, creo que es mejor trabajar con él en los cursos superiores de Educación Primaria, a partir de 4º curso. A partir de los 9 años (4º) se adquiere un concepto irreversible y universal de muerte. Los niños pueden ir más allá del castigo que supone, en este caso, la muerte de la madre, y comprender el vínculo de su hija a través del espejo.
Se puede trabajar con esta narración por ejemplo si trabajamos otras culturas y características propias de ellas, en este caso Japón.

·         Características del cuento, personajes y simbolismo:
La verdad es que no he encontrado un patrón claro según las funciones definidas por Propp en este cuento, no hay un héroe ni un villano establecidos (no podemos englobarlo dentro de los cuentos maravillosos, y es por eso por lo que no sigue ese patrón). Se trata de un cuento realista, donde no hay personajes fantásticos, hadas ni príncipes/princesas, sino personas reales en un mundo que podría ser el de hoy día.
Si que tiene un argumento completo (presentación, nudo y desenlace). El motivo de este cuento es la muerte, la apertura a una vida sin sufrimiento de la hija manteniendo el vínculo con su madre. Simboliza el paso de la niña a la edad adulta, sin su madre. Yo he querido captar la importancia del núcleo familiar, del vínculo de una madre y su hija, la inocencia infantil y la necesidad de una madre a pesar de que ya no esté ahí. Sin embargo, me encantaría saber qué es lo que ven e interpretan los alumnos con esta historia.  

·         Cuestiones planteadas:

Antes de la narración:
-¿Sabes qué es Matsuyama? ¿Dónde está? Busca algún aspecto importante sobre esta ciudad.

Después de la narración:
-¿Este cuento es realista o fantástico?
-¿Por qué la madre cree que están viendo a otra persona cuando se mira al espejo? ¿Y la hija?
-¿Puedes describir con un adjetivo a cada personaje del cuento?
-¿Qué harías si fueses el padre? ¿Le hubieses dicho la verdad a la hija?
-¿Qué valores cree que transmite la historia?

Conclusiones
Los textos folclóricos pueden ser un recurso muy valioso con el que trabajar en el aula. Los cuentos folclóricos permiten a los niños conocer y experimentar distintos valores, aprender sobre algunos problemas, comprender textos, disfrutar con la narración y desarrollar su imaginación.
Sin embargo, durante la elaboración de este trabajo, me he dado cuenta de lo difícil y a la vez lo importante que es seleccionar bien tanto el texto como la edad a la que comprenderán y reflexionarán más sobre el cuento. Esto requiere un trabajo por parte del profesor que, bien realizado, permitirá a los alumnos disfrutar y desarrollar una serie de habilidades cognitivas y lingüísticas (escuchar, hablar, comprender, secuenciar sucesos, etc).

Bibliografía




Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares