Textos folclóricos
El origen del cuento se remonta a tiempos remotos,
transmitiéndose inicialmente de forma oral. El hecho de contar y escuchar
historias es una necesidad inherente al ser humano, que desea tanto
entretenerse a uno mismo como amenizar a los demás. La transmisión de cuentos
folclóricos adquiere importancia no solo en el aula, sino también en la
familia. Como antiguamente, la tradición oral se transmite de unos a otros, y
es característico que los padres y/o abuelos les cuenten esas historias a los niños,
que a su vez se los cuentan con cariño a sus futuros hijos, pasando así de
generación en generación.
La importancia
de utilizar el cuento folclórico en el aula radica en varios aspectos. Puede
ser utilizado como una fuente de placer y enriquecimiento personal, fomentando el gusto por la lectura. Permite a
los alumnos reflexionar, disfrutar e imaginar. No solo debe ser un recurso en
Educación Infantil, pues parece que los niños una vez han aprendido a leer ya
no pueden disfrutar de la lectura y/o de la transmisión oral sino le aportan
conocimientos. El cuento folclórico en muchas ocasiones mezcla lo real con lo
maravilloso. Sus características, como se describen en la teoría de la
asignatura, incluyen el hecho de ser populares (sin un autor único) y tener
múltiples variantes que se han ido creando al ir contando la historia. Aunque
no son cuentos propiamente destinados a los niños, se pueden adaptar para poder
trabajarlos en el aula. A diferencia de las fábulas no suelen tener moraleja,
aunque en muchas ocasiones se puede ver una enseñanza moral implícita en la
historia, que cada uno aplica a su realidad.
Selección y
análisis de cuentos folclóricos
1) La batalla del grillo y el oso
Un día, estaba el
grillo tomando el sol en medio del camino cuando el oso le dio un terrible
golpe con una de sus patas, que estuvo a punto de dañarle una de sus verdes
alas.
—Oye, oso —protestó el
grillo—, ¿acaso no tienes ojos para verme? ¿Así de insignificante te parezco?
El oso, hablando al
aire, respondió:
—¿Quién me habla?
¿Quién se atreve a regañarme con esa vocecita?
—Pues soy yo el que
hablo —contestó furioso el grillo después de haber saltado a una de las ramas
de un árbol para que su rival lo pudiera ver—. Yo, que puedo ser tan temible
como el más grande de los animales de la selva.
Al oír esto, el oso
soltó una carcajada y le dijo con tono de desprecio:
—¿Temible? ¿Un
grillito como tú? ¿Dices que valiente? Eso lo quisiera ver. Además —dijo
después de advertir la seriedad con que lo miraba— ¿Cómo te atreves a desafiarme
a mí cuando eres mil veces más pequeño que yo?
—Pues sí —le dijo el
grillo— Tú crees que produces miedo por tu gran tamaño, pero estoy seguro de
que mis hermanos, los insectos y yo, podríamos derrotarte a ti y a todos tus
hermanos.
—Eso habría que verlo
—le respondió el oso, cansado de la discusión, y retomó el camino y se marchó.
Pero el grillo, que
era tan orgulloso, saltó hasta su nariz para insistirle:
—Yo te reto, amigo
oso, para que veamos quién puede ser más temible, si tú o yo.
—Está bien —le dijo el
oso, muy convencido de su poder. —Si eso quieres saber, aquí te espero el
martes antes de que el sol se oculte.
—Perfecto —dijo el
grillo.
Así fue como a la
semana siguiente los dos bandos se encontraron. A este lado, el oso con su gran
ejército de animales grandes que rugían para parecer más temibles. A este otro,
el grillo que se veía pequeño y solitario encaramado en una rama.
La batalla, para el
público que la miraba, estaba perdida. ¿Cómo iba a vencer el grillo a
semejantes animales?
Pero el grillo no
estaba solo. Lo acompañaban tres cajitas que fue destapando en orden. De la
primera salieron un montón de abejas que volaron directo a picar los ojos de
los animales grandes para que estos no pudieran ver; de la segunda, salieron al
trote cientos de hormigas majiñas rumbo a los brazos de sus rivales para que no
los pudieran usar; y de la tercera, surgieron un millar de zancudos que
sobrevolaron las orejas grandes de las temibles fieras para que no pudieran
oír.
Rápidamente los
grandes animales quedaron aniquilados. Cuando trataban de avanzar, no podían
hacerlo por sus ojos hinchados. Cuando trataban de atacar, se lo impedían sus
brazos irritados. Y ni siquiera podían oír por la nube de insectos que
merodeaban sus grandes orejas.
Las temidas fieras
huyeron en retirada y el oso tuvo que declarar, con el rabo entre las patas,
que el grillo era el ganador. Por eso, mientras los hermanos del grillo
disfrutaban su victoria, los osos, los leones, los tigres, las zorras, los
lobos y los tigrillos huyeron por entre las ramas de la selva, rugiendo y
gritando, después de haber sido heridos su orgullo y su corazón.
Desde entonces, por
todos es sabido que los grandes animales le tienen un gran temor y respeto a
los pequeños insectos zumbadores.
Cuento de la tradición
oral colombiana
·
Elección
del cuento y curso al que va dirigido:
Buscando cuentos folclóricos en internet,
he encontrado este de la tradición oral colombiana que me ha parecido sencillo,
curioso y con gracia. Propongo este cuento para contarlo en 1º o 2º de
primaria. Es un cuento de animales, sin una moraleja explícita (no es una
fábula) pero que considero que es fácil de entender y seguir por los alumnos de
6-7 años. No creo que sea necesario
realizar ninguna modificación en el cuento, salvo quizás aclarar el tipo de
hormigas que son las majiñas (hormigas de pequeño tamaño, rojas, que producen
quemazón y escozor en contacto con la piel), y podría ser contado en cualquier
momento. Quizás sería un buen momento un día que los alumnos estén cansados, en
el que podamos crear un semicírculo sentados en el suelo y podamos captar su
atención a la hora de narrar, jugando con la entonación, la expresividad, las voces.
·
Características
del cuento, personajes y simbolismo: el cuento presenta un orden
cronológico y una estructura lineal, en la que se diferencia un planteamiento
(la discusión inicial entre el oso y el grillo), un nudo (la descripción de los
animales que participan en la batalla y su desarrollo) y un desenlace (el
triunfo de los “zumbadores”). Los
personajes principales son animales personificados que hablan, discuten,
organizan una batalla, etc.
·
Cuestiones
planteadas:
Antes
de contar el cuento:
- ¿Podéis describir cómo es un oso? ¿y un
grillo? Podríamos enseñarles una fotografía de cada uno de los animales.
- Si os dijera que en este cuento va a
haber una batalla, ¿Quién creéis que la ganaría? ¿Por qué?
Después
de la narración:
-¿Qué usó
cada animal para la batalla?
-¿Quién piensas que fue más inteligente?
-¿Qué preferirías ser, fuerte o inteligente?
¿Por qué razón?
-Aunque
el grillo y los demás insectos no son grandes ni fuertes, utilizaron sus
habilidades para ganar la batalla ¿se te ocurre algo que se te de bien o que te
haga especial? Pueden escribir o dibujar todo aquello que se les ocurra, y posteriormente
compartirlo con sus compañeros, o se podría hacer un ejercicio en que cada
compañero dijese algo bueno de otro alumno.
2) El segundo cuento
elegido es “El traje nuevo del
emperador”, de Hans Christian Andersen.
Hace muchos años había
un emperador tan aficionado a los trajes nuevos, que gastaba todas sus rentas
en vestir con la máxima elegancia.
No se interesaba por
sus soldados ni por el teatro, ni le gustaba salir de paseo por el campo, a
menos que fuera para lucir sus trajes nuevos. Tenía un vestido distinto para
cada hora del día, y de la misma manera que se dice de un rey: “Está en el
consejo”, de nuestro hombre se decía: “El emperador está en el vestuario”.
La ciudad en que vivía
el emperador era muy alegre y bulliciosa. Todos los días llegaban a ella
muchísimos extranjeros, y una vez se presentaron dos truhanes que se hacían
pasar por tejedores, asegurando que sabían tejer las más maravillosas telas. No
solamente los colores y los dibujos eran hermosísimos, sino que las prendas con
ellas confeccionadas poseían la milagrosa virtud de ser invisibles a toda
persona que no fuera apta para su cargo o que fuera irremediablemente estúpida.
—¡Deben ser vestidos
magníficos! —pensó el emperador—. Si los tuviese, podría averiguar qué
funcionarios del reino son ineptos para el cargo que ocupan. Podría distinguir
entre los inteligentes y los tontos. Nada, que se pongan enseguida a tejer la
tela—. Y mandó abonar a los dos pícaros un buen adelanto en metálico, para que
pusieran manos a la obra cuanto antes.
Ellos montaron un
telar y simularon que trabajaban; pero no tenían nada en la máquina. A pesar de
ello, se hicieron suministrar las sedas más finas y el oro de mejor calidad,
que se embolsaron bonitamente, mientras seguían haciendo como que trabajaban en
los telares vacíos hasta muy entrada la noche.
«Me gustaría saber si
avanzan con la tela», pensó el emperador. Pero había una cuestión que lo tenía
un tanto cohibido, a saber, que un hombre que fuera estúpido o inepto para su
cargo no podría ver lo que estaban tejiendo. No es que temiera por sí mismo;
sobre este punto estaba tranquilo; pero, por si acaso, prefería enviar primero
a otro, para cerciorarse de cómo andaban las cosas. Todos los habitantes de la
ciudad estaban informados de la particular virtud de aquella tela, y todos
estaban impacientes por ver hasta qué punto su vecino era estúpido o incapaz.
«Enviaré a mi viejo
ministro a que visite a los tejedores —pensó el emperador—. Es un hombre
honrado y el más indicado para juzgar de las cualidades de la tela, pues tiene
talento, y no hay quien desempeñe el cargo como él».
El viejo y digno
ministro se presentó, pues, en la sala ocupada por los dos embaucadores, los
cuales seguían trabajando en los telares vacíos.
«¡Dios nos ampare!
—pensó el ministro para sus adentros, abriendo unos ojos como naranjas—. ¡Pero
si no veo nada!». Sin embargo, no soltó palabra.
Los dos fulleros le
rogaron que se acercase y le preguntaron si no encontraba magníficos el color y
el dibujo. Le señalaban el telar vacío, y el pobre hombre seguía con los ojos
desencajados, pero sin ver nada, puesto que nada había.
«¡Dios santo! —pensó—.
¿Seré tonto acaso? Jamás lo hubiera creído, y nadie tiene que saberlo. ¿Es
posible que sea inútil para el cargo? No, desde luego no puedo decir que no he
visto la tela».
—¿Qué? ¿No dice su
excelencia nada del tejido?—preguntó uno de los tejedores.
—¡Oh, precioso,
maravilloso! —respondió el viejo ministro mirando a través de los lentes—. ¡Qué
dibujo y qué colores! Desde luego, diré al emperador que me ha gustado
extraordinariamente.
—Nos da una buena
alegría —respondieron los dos tejedores, dándole los nombres de los colores y
describiéndole el raro dibujo.
El viejo tuvo buen
cuidado de quedarse las explicaciones en la memoria para poder repetirlas al emperador;
y así lo hizo.
Los estafadores
pidieron entonces más dinero, seda y oro, ya que lo necesitaban para seguir
tejiendo. Todo fue a parar a sus bolsillos, pues ni una hebra se empleó en el
telar, y ellos continuaron, como antes, trabajando en las máquinas vacías.
Poco después el
emperador envió a otro funcionario de su confianza a inspeccionar el estado de
la tela e informarse de si quedaría pronto lista. Al segundo le ocurrió lo que
al primero; miró y miró, pero como en el telar no había nada, nada pudo ver.
—¿Verdad que es una
tela bonita? —preguntaron los dos tramposos, señalando y explicando el precioso
dibujo que no existía.
«Yo no soy tonto
—pensó el hombre—, y el empleo que tengo no lo suelto. Sería muy fastidioso. Es
preciso que nadie se dé cuenta». Y se deshizo en alabanzas de la tela que no
veía, y ponderó su entusiasmo por aquellos hermosos colores y aquel soberbio
dibujo.
—¡Es digno de
admiración! —dijo al emperador.
Todos los moradores de
la capital hablaban de la magnífica tela, tanto, que el emperador quiso verla
con sus propios ojos antes de que la sacasen del telar. Seguido de una multitud
de personajes escogidos, entre los cuales figuraban los dos probos funcionarios
de marras, se encaminó a la casa donde paraban los pícaros, los cuales continuaban
tejiendo con todas sus fuerzas, aunque sin hebras ni hilados.
—¿Verdad que es
admirable? —preguntaron los dos honrados dignatarios—. Fíjese Vuestra
Majestad en estos
colores y estos dibujos —y señalaban el telar vacío, creyendo que los demás veían
la tela.
«¡Cómo! —pensó el
Emperador—. ¡Yo no veo nada! ¡Esto es terrible! ¿Seré tan tonto? ¿Acaso no
sirvo para emperador? Sería espantoso».
—¡Oh, sí, es muy
bonita! —dijo—. Me gusta, la apruebo—. Y con un gesto de agrado miraba el telar
vacío; no quería confesar que no veía nada.
Todos los componentes
de su séquito miraban y remiraban, pero ninguno sacaba nada en limpio; no
obstante, todo era exclamar, como el emperador: —¡oh, qué bonito!—, y le
aconsejaron que estrenase los vestidos confeccionados con aquella tela en la
procesión que debía celebrarse próximamente.
—¡Es preciosa,
elegantísima, estupenda!— corría de boca en boca, y todo el mundo parecía
extasiado con ella.
El Emperador concedió
una condecoración a cada uno de los dos bribones para que se las prendieran en
el ojal, y los nombró tejedores imperiales.
Durante toda la noche
que precedió al día de la fiesta, los dos embaucadores estuvieron levantados,
con dieciséis lámparas encendidas, para que la gente viese que trabajaban
activamente en la confección de los nuevos vestidos del Soberano. Simularon
quitar la tela del telar, cortarla con grandes tijeras y coserla con agujas sin
hebra; finalmente, dijeron:
—¡Por fin, el vestido está listo!
Llegó el Emperador en
compañía de sus caballeros principales, y los dos truhanes, levantando los
brazos como si sostuviesen algo, dijeron:
—Esto son los
pantalones. Ahí está la casaca. — Aquí tienen el manto... Las prendas son
ligeras como si fuesen de telaraña; uno
creería no llevar nada sobre el cuerpo, más precisamente esto es lo bueno de la
tela.
—¡Sí! —asintieron
todos los cortesanos, a pesar de que no veían nada, pues nada había.
—¿Quiere dignarse
Vuestra Majestad quitarse el traje que lleva —dijeron los dos bribones— para
que podamos vestirle el nuevo delante del espejo?
El emperador se quitó
sus prendas, y los dos simularon ponerle las diversas piezas del vestido nuevo,
que pretendían haber terminado poco antes. Y cogiendo al Emperador por la
cintura, hicieron como si le atasen algo, la cola seguramente; y el Monarca
todo era dar vueltas ante el espejo.
—¡Dios, y qué bien le
sienta, le va estupendamente! —exclamaban todos—. ¡Vaya dibujo y vaya colores!
¡Es un traje precioso!
—El palio bajo el cual
irá Vuestra Majestad durante la procesión, aguarda ya en la calle— anunció el
maestro de Ceremonias.
—Muy bien, estoy a
punto —dijo el Emperador—.¿Verdad que me sienta bien? — y se volvióse una vez más de cara al espejo, para que todos
creyeran que veía el vestido.
Los ayudas de cámara
encargados de sostener la cola bajaron las manos al suelo como para levantarla,
y avanzaron con ademán de sostener algo en el aire; por nada del mundo hubieran
confesado que no veían nada. Y de este modo echó a andar el Emperador bajo el
magnífico palio, mientras el gentío, desde la calle y las ventanas, decía:
—¡Qué preciosos son
los vestidos nuevos del Emperador! ¡Qué magnífica cola! ¡Qué hermoso es todo!
Nadie permitía que los
demás se diesen cuenta de que nada veía, para no ser tenido por incapaz en su
cargo o por estúpido. Ningún traje del Monarca había tenido tanto éxito como
aquél.
—¡Pero si no lleva
nada! —exclamó de pronto un niño.
—¡Dios bendito,
escuchen la voz de la inocencia!—dijo su padre; y todo el mundo se fue repitiendo
al oído lo que acababa de decir el pequeño.
—¡No lleva nada; es un
chiquillo el que dice que no lleva nada!
—¡Pero si no lleva
nada! —gritó, al fin, el pueblo entero.
Aquello inquietó al
emperador, pues barruntaba que el pueblo tenía razón; mas pensó: «Hay que aguantar
hasta el fin». Y siguió más altivo que antes; y las ayudas de cámara
continuaron sosteniendo la inexistente cola.
·
Elección
del cuento y curso al que va dirigido:
Este cuento lo he elegido porque al
encontrarlo me ha traído muy buenos recuerdos, ya que era un cuento que nos
contaban en el recreo del colegio cuando llovía y no podíamos salir al patio. Creo que es un cuento que podría trabajarse
con alumnos de 5º-6º de primaria, pues ya supone un ejercicio de reflexión y no
creo que los más pequeños pudiesen comprenderlo bien. Podemos contarlo para que
los alumnos reflexionen sobre ser valiente y decir lo que uno piensa, siempre
con educación, y no siempre creer o decir lo que los demás esperan que
pensemos.
·
Características
del cuento, personajes y simbolismo:
Existen numerosas versiones de este cuento
además de la de Andersen, incluyendo
versiones de Sri Lanka, Turquía e India. En Sri Lanka, por ejemplo, son siete los
estafadores del emperador. Andersen se basó en El Conde Lucanor para escribir
este relato.
Presenta nuevamente un estructura compuesta
por planteamiento (los truhanes se presentan y elaboran el traje), nudo (los
consejeros no ven el traje) y desenlace (el niño dice que el emperador no lleva
nada, el pueblo se percata de la realidad). Los personajes principales son el
emperador y los dos truhanes, mientras que los secundarios son los consejeros,
el pueblo y el niño.
En esta historia no podemos identificar al emperador como el clásico príncipe
valiente y fuerte. Sí que podemos
definir a los truhanes como los antagonistas, que pretenden engañar al
emperador. Quizás lo más parecido al héroe puede ser el niño que se atreve a decir lo que nadie quiere señalar. Las funciones de Propp que se distinguen en el texto serían el engaño y la fechoría (por parte de los truhanes, la reacción del héroe y la tarea difícil, que en este caso es hacer ver la realidad.
El traje transparente refleja la vanidad
del emperador, y el comentario del niño la valentía para decir lo que piensa,
pero a la vez la inocencia del niño que no piensa en las consecuencias de decir
lo que considera. Esto es muy interesante para que los alumnos reflexionen al
escuchar esta historia.
·
Cuestiones
planteadas:
Antes
de la narración:
-¿Qué es un emperador? ¿Continua existiendo
esa figura hoy en día? ¿Qué funciones tiene?
-¿Cómo creéis que será el traje del
emperador?
-¿Qué características creéis que son
importantes en un emperador? ¿Y en sus ropas?
Después
de la narración:
-¿Con qué adjetivo describirías a cada
personaje? (los sastres, el emperador, los consejeros, el niño)
-¿Qué habrías hecho tú si el emperador te
hubiese enviado a mirar la tela? ¿Por qué?
-¿Cómo debe ser un buen consejero del
emperador?
¿Por qué el niño es el único que se atreve
a decirle al emperador que va desnudo?
-¿Qué creéis que sintió el emperador cuando
el niño habló en alto?
- El emperador piensa…”pase lo que pase,
¡debo permanecer así hasta el final! “ ¿Por qué piensa eso?
-¿Cuál debería ser la reflexión del
emperador al llegar a su palacio?
-Podemos imaginar distintos finales para
este cuento. ¿Qué creéis que habría pasado si el emperador hubiese descubierto
antes el engaño? ¿o si se lo hubiese contado el consejero?
3) La tercera historia que he seleccionado es “El espejo de Matsuyama”, un cuento de tradición oral
de origen japonés.
En Matsuyama, lugar
remoto de la provincia japonesa de Echigo, vivía un matrimonio de jóvenes
campesinos que tenían a su pequeña hija como centro y alegría de sus vidas. Un
día, el marido tuvo que viajar a la capital para resolver unos asuntos y, ante
el temor de la mujer por un viaje tan largo y a un mundo tan desconocido, la
consoló con la promesa de regresar lo antes posible y de traerle, a ella y a su
hijita, hermosos regalos.
Después de una larga
temporada, que a ella se le hizo eterna, vio por fin a su esposo de vuelta a
casa y pudo oír de sus labios lo que le había sucedido y las cosas
extraordinarias que había visto, mientras que la niña jugaba feliz con los
juguetes que su padre le había comprado.
-Para ti -le dijo el
marido a su mujer- te he traído un regalo muy extraño que sé que te va a
sorprender. Míralo y dime qué ves dentro.
Era un objeto redondo,
blanco por un lado, con adornos de pájaros y flores, y, por el otro, muy
brillante y terso. Al mirarlo, la mujer, que nunca había visto un espejo, quedó
fascinada y sorprendida al contemplar a una joven y alegre muchacha a la que no
conocía. El marido se echó a reír al ver la cara de sorpresa de su esposa.
-¿Qué ves? -le
preguntó con guasa.
-Veo a una hermosa
joven que me mira y mueve los labios como si quisiera hablarme.
-Querida -le dijo el
marido-, lo que ves es tu propia cara reflejada en ese lámina de cristal. Se
llama espejo y en la ciudad es un objeto muy corriente.
La mujer quedó
encantada con aquel maravilloso regalo; lo guardó con sumo cuidado en una
cajita y sólo, de vez en cuando, lo sacaba para contemplarse.
Pasó el tiempo y la
niña se había convertido en una linda muchacha, buena y cariñosa, que cada vez
se parecía más a su madre; pero ella nunca le enseñó ni le habló del espejo para
que no se vanagloriase de su propia hermosura. De esta manera, hasta el padre
se olvidó de aquel espejo tan bien guardado y escondido.
Un día, la madre
enfermó y, a pesar de los cuidados de padre e hija, fue empeorando de tal
manera que ella misma comprendió que la muerte se le acercaba. Entonces, llamó
a su hija, le pidió que le trajera la caja en donde guardaba el espejo, y le
dijo:
-Hija mía, sé que
pronto voy a morir, pero no te entristezcas. Cuando ya no esté con vosotros,
prométeme que mirarás en este espejo todos los días. Me verás en él y te darás
cuenta de que, aunque desde muy lejos, siempre estaré velando por ti.
Al morir la madre, la
muchacha abrió la caja del espejo y cada día, como se lo había prometido, lo
miraba y en él veía la cara de su madre, tan hermosa y sonriente como antes de
la enfermedad. Con ella hablaba y a ella le confiaba sus penas y sus alegrías;
y, aunque su madre no le decía ni una palabra, siempre le parecía que estaba
cercana, atenta y comprensiva.
Un día el padre la vio
delante del espejo, como si conversara con él. Y, ante su sorpresa, la muchacha
contestó:
-Padre, todos los días
miro en este espejo y veo a mi querida madre y hablo con ella.
Y le contó el regalo y
el ruego que su madre le había hecho antes de morir, lo que ella no había
dejado de cumplir ni un solo día.
El padre quedó tan
impresionado y emocionado que nunca se atrevió a decirle que lo que contemplaba
todos los días en el espejo era ella misma y que, tal vez por la fuerza del
amor, se había convertido en la fiel imagen del hermoso rostro de su madre.
·
Elección
del cuento y curso al que va dirigido:
He elegido este cuento porque me ha
parecido un cuento muy entrañable, y que además no tiene una moraleja ni un
mensaje claro, pero que hace disfrutar de él cuando lo lees. Al igual que el
anterior, creo que es mejor trabajar con él en los cursos superiores de
Educación Primaria, a partir de 4º curso. A partir de los 9 años (4º) se
adquiere un concepto irreversible y universal de muerte. Los niños pueden ir
más allá del castigo que supone, en este caso, la muerte de la madre, y comprender
el vínculo de su hija a través del espejo.
Se puede trabajar con esta narración por
ejemplo si trabajamos otras culturas y características propias de ellas, en
este caso Japón.
·
Características
del cuento, personajes y simbolismo:
La verdad es que no he encontrado un patrón
claro según las funciones definidas por Propp en este cuento, no hay un héroe
ni un villano establecidos (no podemos englobarlo dentro de los cuentos
maravillosos, y es por eso por lo que no sigue ese patrón). Se trata de un
cuento realista, donde no hay personajes fantásticos, hadas ni príncipes/princesas,
sino personas reales en un mundo que podría ser el de hoy día.
Si que tiene un argumento completo
(presentación, nudo y desenlace). El motivo de este cuento es la muerte, la
apertura a una vida sin sufrimiento de la hija manteniendo el vínculo con su
madre. Simboliza el paso de la niña a la edad adulta, sin su madre. Yo he
querido captar la importancia del núcleo familiar, del vínculo de una madre y
su hija, la inocencia infantil y la necesidad de una madre a pesar de que ya no
esté ahí. Sin embargo, me encantaría saber qué es lo que ven e interpretan los
alumnos con esta historia.
·
Cuestiones
planteadas:
Antes
de la narración:
-¿Sabes qué es Matsuyama? ¿Dónde está?
Busca algún aspecto importante sobre esta ciudad.
Después
de la narración:
-¿Este cuento es realista o fantástico?
-¿Por qué la madre cree que están viendo a
otra persona cuando se mira al espejo? ¿Y la hija?
-¿Puedes describir con un adjetivo a cada
personaje del cuento?
-¿Qué harías si fueses el padre? ¿Le
hubieses dicho la verdad a la hija?
-¿Qué valores cree que transmite la historia?
Conclusiones
Los textos folclóricos pueden ser un recurso muy valioso con
el que trabajar en el aula. Los cuentos folclóricos permiten a los niños
conocer y experimentar distintos valores, aprender sobre algunos problemas, comprender
textos, disfrutar con la narración y desarrollar su imaginación.
Sin embargo, durante la elaboración de este trabajo, me he
dado cuenta de lo difícil y a la vez lo importante que es seleccionar bien
tanto el texto como la edad a la que comprenderán y reflexionarán más sobre el
cuento. Esto requiere un trabajo por parte del profesor que, bien realizado,
permitirá a los alumnos disfrutar y desarrollar una serie de habilidades
cognitivas y lingüísticas (escuchar, hablar, comprender, secuenciar sucesos,
etc).
Bibliografía
- · Secretos para contar. (2004). La batalla del grillo y el oso. Recuperado de: http://www.secretosparacontar.org/Lectores/Contenidosytemas/Labatalladelgrilloyeloso.aspx?CurrentCatId=360
- Andersen, H.C. Obras clásicas de siempre. Recuperado de: http://bibliotecadigital.ilce.edu.mx/Colecciones/CuentosMas/Emperador.pdf
- · Cuentos y leyendas populares. (2018). El espejo de Matsuyama. Recuperado de: https://albalearning.com/audiolibros/cuentos/espejo.html
- · García, A. (2013). El cuento tradicional y su aplicación en el aula. Recuperado de: https://uvadoc.uva.es/bitstream/10324/3840/1/TFG-O%2092.pdf
- · Rojas, P. El niño y la muerte. Recuperado de: http://medicinafamiliar.uc.cl/html/articulos/040.html
- · Apuntes de la asignatura
Perfecto. Un trabajo excelente, Inés.
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